Tras el parto y durante años, Luisa fue torturada y violada frente a sus hijos por la patota de policías, militares y miembros de la III Brigada Área que había secuestrado a su marido. Cuando Rubén recuperó su libertad, el matrimonio se presentó ante la justicia para reclamar por el niño, pero no fueron escuchados.
Hasta fines de los años 80 ignoraron el paradero de su hijo, hasta que una vecina se los reveló. De inmediato, fueron a pedir por él, pero la falta de documentación y las amenazas de los apropiadores impidieron el encuentro. José Luis ya sabía que no era hijo de la mujer que lo había criado, aunque los relatos iban variando.
Mucho más tarde, a partir de una entrevista radial que brindó Luisa para contar su caso, José Luis quiso averiguar sobre su identidad y, en enero de 2009, la llamó para contarle que él podría ser su hijo. Rubén, Luisa y José Luis acudieron de nuevo a la justicia, que ordenó los análisis en el Banco Nacional de Datos Genéticos, y en mayo de ese año pudieron confirmar que eran padre, madre e hijo.