Aunque Pablo siempre supo que no era hijo biológico de quienes lo criaron, la historia que le contaban era que lo habían traído desde Misiones. En 2001, comenzó a preguntarse si, en realidad, podía ser hijo de desaparecidos. “Estaba mirando un programa de Gerardo Rozin a la medianoche, con el testimonio de uno de los nietos que decía que sentía que lo estaban buscando. Ahí sin explicación me puse a llorar y me di cuenta de que algo estaba pasando”, cuenta. Pablo recorrió una y otra vez la página web de Abuelas buscando parecidos físicos e incluso se vio parte de otra familia. Pero pasaron otros siete años hasta que pudo poner en palabras esas dudas e increpar a su apropiadora. Ante los rodeos de la mujer, Pablo le dijo que iba a acercarse a Abuelas. Ella le pidió que no lo hiciera y confirmó su sospecha.
Finalmente, cuatro años más tarde, el 29 de junio de 2012 se animó a dar el paso decisivo. Al escuchar su historia, el equipo de Presentación Espontánea lo derivó inmediatamente a la CoNaDI. El 1° agosto ese año, el BNDG confirmó que se trataba de Pablo Javier Gaona Miranda.
Así, supo que su mamá, María Rosa, había nacido en Tucumán el 10 de noviembre de 1949, y su papá, Ricardo, en Asunción del Paraguay, el 20 de septiembre de 1956. Ricardo militó en la JUP y luego, junto con María Rosa, en el PRT-ERP. Los tres vivían en un edificio de la calle Sáenz Peña, en el centro porteño, donde Ricardo trabajaba como encargado.
María Rosa y Ricardo continúan desaparecidos.