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12 de agosto de 2023

“Me agarraron a mí, el único bebé que había, y amenazaron con matarme”

Mario Santucho, hijo del líder del Partido revolucionario de los Trabajadores, Mario “Roby” Santucho, prestó testimonio en el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús.

“El 9 de diciembre de 1975, a las 17, estábamos en una casa en Morón con mis primas, mis hermanas, mi tía Ofelia (Ruiz Paz de Santucho) y otro niño, cuyos padres eran amigos de los nuestros. Yo tenía 9 meses. Mi prima María de 15 años, y sus hermanas Susana, Silvia y Emilia, que eran un poco más chicas que ella. Y mis hermanas, Ana, Marcela y Gabriela, de 14, 13 y 12 años. Y el otro niño era Esteban, hijo de Elías Abdón, compañero del PRT, que vivía con mi tía porque su mamá ya había sido detenida y él quedó a cargo de su papá.

”Ese día estábamos reunidos porque precisamente Esteban cumplía 4 años. Según los relatos, porque yo obviamente no me acuerdo nada, pero sí pude ir reconstruyendo lo sucedido, un grupo de ocho personas de civil, con ametralladoras y pistolas, irrumpieron con mucha violencia en la casa, nos amenazaron, nos insultaban y nos apuntaron con las armas. Estaban revolviendo todo, buscando, que es lo típico de estos allanamientos que hacían las patotas militares en ese momento. Mi prima María contó que me agarraron a mí, el único bebé que había, y amenazaron con matarme, si mi tía Ofelia y mi prima no colaboraban. A ellas las ataron de manos, las pusieron contra la pared, y rápidamente, aunque quizá ya lo sabían, confirmaron que éramos parte de la familia Santucho, sobre todo mi papá que era el líder de esta organización revolucionaria, por lo tanto, era una prenda importante para ellos, para la represión, que ya era bastante álgida, aunque aún no había sido el golpe militar.

”Estuvimos un par de horas dentro de la casa en esas circunstancias, después nos sacaron, había vecinos que se habían acercado a ver qué pasaba, y antes de irse los secuestradores pintaron el frente de la casa con las siglas del ERP, como haciéndose pasar por guerrilleros. Nos dividieron en distintos autos y nos llevaron a un lugar, de noche, donde se escuchaban ladridos de perros por todos lados. Por eso, de niño, y hasta bastante grandecito, tuve un miedo exagerado a los perros. Ese lugar habría sido el centro clandestino Puente 12, en La Matanza, cerca de la autopista Ricchieri. Esa noche mis primas y mis hermanas fueron golpeadas y maltratadas por los guardas, incluso agresiones sexuales que ellas contaron después, y también se escuchaban a otras personas que estaban siendo torturadas allí, una de ellas Diana Triay, la compañera de Sebastián Llorens –los Llorens de Córdoba son sobrinos de mi tía Ofelia–, ese mismo día habían sido secuestrados ambos, y estuvieron desaparecidos por mucho tiempo, hasta que hace unos años se encontraron sus restos.

”Esa noche mi hermana Ana y mi tía Ofelia fueron llevadas a intentar identificar la casa donde vivían nuestros abuelos, Francisco y Manuela, los padres de mi papá, pero por suerte ellos estaban enterados de nuestro secuestro y la habían abandonado, así que pudieron zafar. Esa noche, también, mi tía y mi prima María fueron conducidas varias veces a una habitación, ellas recuerdan que había una alfombra roja y aire acondicionado, donde eran interrogadas por un oficial de inteligencia que luego supimos que era el ‘Mayor Peirano’ –en realidad, se llamaba Carlos Españadero–. A esa oficina una vez la hicieron ir a mí tía conmigo en brazos. Siempre le preguntaban lo mismo, dónde estaba mi papá, a quien más les interesaba ubicar, y utilizaban diferentes estrategias para lograr que hablaran, y no lo iban a lograr porque ni Ofelia ni María lo sabían.

”Pasamos la noche y la madrugada, sin comer ni dormir, y a la mañana siguiente, el 10 de diciembre de 1975, nos llevaron en un par de autos hacia otro centro de detención, que más tarde supimos que era el Pozo de Quilmes. Ahí el personal estaba uniformado, eran policías, y mis primas y mis hermanas reconocieron a personas que habían participado del secuestro del día anterior en Morón, dos eran mujeres, que empezaron a disputarse quién se iba a quedar conmigo, y nos alojaron en un pabellón en un segundo o tercer piso, donde nos cuidaron unas asistentes sociales –porque la tía Ofelia no había sido trasladada junto con nosotros–, también vino a visitarnos el Mayor Peirano, y estuvimos todo el día, el 11 y recién el viernes 12 de diciembre volvió la tía Ofelia. Ese día nos levaron a un hotel en el barrio de Flores, ‘Splendid’, como parte de la liberación, toda esta operación coordinada por el Mayor Peirano, que habló con el conserje y nos dejó ahí.

”Al poco rato llegó la Policía Federal, avisada por el conserje supongo, y se llevaron detenida a la tía Ofelia. Por suerte Peirano había dejado un teléfono para que lo llamaran, el conserje lo llamó y Peirano la sacó a la tía Ofelia de la comisaría, y reprendió al conserje que nos había denunciado. Ofelia y mis primas intentaron tomar contacto con compañeros y gente de la familia. Un compañero se ofreció a buscarnos, entró al hotel y se puso a leer el diario en el hall. Por ahí pasaron dos de mis hermanas y dos de mis primas, lo vieron y él les dijo que nos preparáramos para irnos, a mí me agarró y me llevó con él, para reencontrarme con mis padres, mientras a mis primas, mis hermanas y mi tía les dijo que se fueran a la Embajada de Cuba, que estaba todo arreglado para que se asilaran. Eso fue el 16 de diciembre, casi una semana después de nuestro secuestro.

”Mis padres ya veían que se venía una agudización del proceso represivo y del terrorismo estatal, y supieron que venía el golpe de Estado, tenían información de que era inminente, así que a mí y a mi hermano Diego Ortolani, hijo de mi mamá, Liliana Delfino, nos enviaron a Cuba para estar seguros, y ellos siguieron acá en Argentina, incluso después del golpe, intentando resistir, y el 19 de julio de 1976 fueron secuestrados mi papá, mi mamá, que estaban juntos, en un departamento de Villa Martelli, con otros compañeros de militancia, y continúan desaparecidos. Mi papá, a pesar de que fue publicado su asesinato en los diarios como una especie de triunfo militar, y que su cuerpo fue exhibido como trofeo de guerra, nunca nos devolvieron el cuerpo.

”Dos tías, Manuela Santucho, hermana de mi papá, y Cristina Navajas, la compañera de Julio Santucho, también hermano de mi papá, ellas dos junto con otra compañera, Alicia D’Ambra, también estuvieron cautivas en el Pozo de Quilmes. Hace unas semanas nos reencontramos con el hijo de Cristina y de Julio, nacido en el Pozo de Banfield, que había sido apropiado por un integrante de las fuerzas de seguridad. Ya lo hemos visto tres veces, está muy entusiasmado con este proceso tan complejo, pero por suerte el encuentro fue a partir de su propia búsqueda. Mi mamá también pudo haber estado embarazada, hay una denuncia al respecto, o sea que sería un hermano o hermana mía que podría haber nacido durante su secuestro”.

Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas

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Daniel Santucho Navajas

Daniel Santucho Navajas

Nació el 10 de enero de 1977. Su madre, Cristina Silvia Navajas, fue secuestrada el 13 de julio de 1976 en la ciudad de Buenos Aires, embarazada de dos meses, mientras se encontraba en un departamento de la familia de su pareja, Julio César de Jesús Santucho, quien en ese momento no estaba en la Argentina. Junto a Cristina se llevaron a su cuñada, Manuela Santucho, y a una compañera de militancia, Alicia D’Ambra, también embarazada de un bebé que seguimos buscando. En el departamento, ubicado en Avenida Warnes 735, quedaron los dos hijos de Cristina, Camilo y Miguel, y el de Manuela, Diego. Por testimonios de sobrevivientes, pudo saberse que Cristina estuvo detenida en los centros clandestinos Automotores Orletti, Proto Banco y en el Pozo de Banfield.

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