23 de mayo de 2023
Sobrevivientes de la ESMA prestaron testimonio en el juicio por la apropiación de Victoria Donda y apuntaron contra el único acusado, el genocida Adolfo Donda Tigel.
Carlos Muñoz estuvo secuestrado en la ESMA entre el 21 de noviembre de 1978 y el 15 de febrero de 1980. “Yo vivía en la calle 24 de Noviembre 2014, en el barrio de Once, y junto con mi esposa, Ana María Malarro, y mi hijo, Carlos José, de tres meses, irrumpieron en nuestro departamento. Vestidos de civil, armados, conducidos por Alfredo Astiz, rompieron todo, se robaron la plata y las pocas cosas de valor que tenía. Dieron vuelta todo, nos sacaron al palier del edificio, de mi hijo no supimos nada, después sí, se lo entregaron a un mayor del Ejército que vivía enfrente. A mi mujer y a mí nos subieron en autos diferentes, y de ahí partimos para lo que después reconocí como la ESMA”.
A llegar, el prefecto Héctor Febres le aplicó picana eléctrica. Luego, golpeado y torturado, lo llevaron a un cuartito, esposado, le pusieron una resma de papel adelante, le dieron una birome y le dijeron que escriba la historia de su vida. “Ese escritorio era un clásico pupitre de escuela viejo. Me dejaron solo y yo traté de sacarme las esposas. Estaba en eso cuando entró una persona que más tarde supe que era Adolfo Donda, y con un cinismo extremo me dijo ‘ah, te querés fugar’, y me dio una paliza fenomenal, tanto que me desmayé y ya no me acuerdo de nada. Ahí aparecí en Capuchita y empezó mi cautiverio de un año y casi cuatro meses”.
“Lo vi reiteradas veces a Donda. Era el jefe de Operaciones, una presencia permanente en el sótano. También lo vi cuando nos llevaron a la isla ‘El Silencio’, en ocasión de la visita de la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) a la ESMA en septiembre de 1979. Allí en la isla, una noche, Donda estaba de guardia y nos hizo acercar a una mesa y nos hizo brindar porque ese día habían matado a Hernán Mendizábal (comandante de Montoneros). Otro día que lo recuerdo es cuando, a propuesta de un oficial naval, médico, Capdevilla, participé de una excursión de pesca, junto con otro suboficial, Pablo Cano, y otro secuestrado, Carlos Lordkipanidse. La excrusión fue un fracaso, el bote se quedó, le dieron un alerta a Prefectura y cuando volvimos estaba Donda en el muelle. Siempre recuerdo cómo los humilló a Capdevilla y al suboficial y luego a mí y a Lordkipanidse”.
En 1980, a poco de ser liberado, Muñoz trabajaba en una agencia de publicidad. Hasta allí fueron a buscarlo Donda y Antonio Azic –a quien Muñoz conocía como ‘Claudio’– para intimidarlo, tras lo cual se ocultó por un tiempo. “En 1985 fue la última vez vi a Donda. Yo estaba comiendo unas empanadas en ‘La Americana’, en septiembre u agosto, y él bajó de un auto, acompañado por Azic, y me dijo ‘tenemos que hablar’. ‘Yo no tengo nada que hablar’, le dije, y se terminaron yendo”.
“Donda era un personaje permanente en el sótano. Azic era un torturador silencioso. Había una relación absoluta de cercanía entre ambos”, remarcó Muñoz, quien fue uno de los secuestrados utilizados como mano de obra esclava en la ESMA. “Donda representaba el ala más dura del grupo de tareas. Era ‘Gerónimo para nosotros’, y se decía que había entregado a su hermano. Él quería que nos mataran a todos”.
Muñoz rememoró cuando Donda y Azic se apropiaron de la casa de la madre de Víctor Basterra, su compañero de cautiverio y amigo. “Donda fue a ‘apretar’ a la madre para que firmara una falsa escritura de venta, y después Azic llevó a la madre, que ya estaba viejita, a una escribanía en el centro. Le exigieron que no se lo podía contar a nadie, que lo mantuviera en secreto, y así Donda y Azic se quedaron con la casa”. “El cinismo de Donda era incomparable”, aseveró.
En una audiencia posterior, declaró la sobreviviente Mercedes Carazo. Fue secuestrada en octubre de 1976, cerca de la Escuela Normal N° 4, donde hizo sus estudios secundarios, y llevada a la ESMA. Como mano de obra esclava, fue enviada con otros prisioneros al centro Piloto de París y luego devuelta a la ESMA.
“Tras haber estado en París, me bajaban al sótano a leer periódicos en lenguas extranjeras. En momentos en que yo estaba trabajando, entró un señor de civil, me preguntó quién era y qué hacía. Yo estaba con otro detenido y le pregunté quién era. ‘Este está habitualmente por aquí, no sé qué es, pero tiene una parienta detenida embarazada’”, contó Carazo.
Carazo conocía el tema de los partos en la ESMA. El 1° de abril, después de un par de años de libertad vigilada en la Argentina, se exilió en Perú, donde sigue viviendo. “Tiempo más tarde asocié aquel episodio al nacimiento de Victoria Donda. También conocí la historia de parte de la sobreviviente Lidia Vieyra”, manifestó.
Por su parte, la sobreviviente Susana Ramus, socióloga de profesión, secuestrada entre enero de 1977 y enero de 1979 en la ESMA, confirmó la presencia de Adolfo Donda en el centro clandestino. Ella vio a “Palito” o “Gerónimo” por primera vez a mediados o finales de 1977 en el sector conocido como El Dorado.
“Me causó mucha impresión. Él estaba hablando con unos suboficiales administrativos, también estaban dos compañeros que estaban en esa sala, y él dijo que se les había ‘quedado’ alguien (se refería a la tortura), y que creía que la persona torturada no sabía nada. Recuerdo muy bien sus características físicas: rubio, bigote, de mediana estatura, delgado”, relató. Luego se lo cruzaría una o dos veces más pasando camino a la oficina de inteligencia.
Al cierre de esta audiencia, la número 18 del juicio, prestó testimonio Martín Grass: “Fui secuestrado el 14 de enero de 1977, llevado a la ESMA y estuve allí hasta finales de 1978. Conocí un oficial que usaba de nombre de guerra ‘Gerónimo’ o ‘Palito’. Lo vi aparecer por el sótano a fines de julio del 77, daba la impresión de que estaba recorriendo el lugar. Lo volví a ver a fines del 78, como Gerónimo. Aparecía como un hombre de autoridad dentro del grupo operativo, cuya tarea era la detención o el secuestro de quienes terminaban en manos de Inteligencia”. Grass también supo pronto que Donda tenía una cuñada embarazada en la ESMA.
Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas
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