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18 de mayo de 2021

“La búsqueda de mi nieto costó la vida de mi nieta”

La querida Delia Giovanola brindó su conmovedor testimonio en el juicio por los crímenes perpetrados en Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Brigada de Lanús.

Delia Giovanola, una de las fundadoras de #Abuelas, declaró en el juicio por los delitos de #LesaHumanidad cometidos en Pozo de Banfield, Quilmes y Brigada de Lanús. Su hijo Jorge Ogando y su nuera Stella Montesano fueron secuestrados el 16 de octubre de 1976 en La Plata.

Ambos militaban en el PRT-ERP. “Mi hijo tenía 29 años, empleado del Banco Provincia, y Stella Maris, 27 años, abogada, y su nena de 3 años que quedó solita durmiendo en la cuna”, contó Delia. “Yo era una maestra de grado, una persona común, con una vida serena y tranquila”.

Delia, que tenía por entonces 50 años, cuando se llevaron a Jorge y a Stella dejó de ser abuela para hacer el papel de madre de Virginia. “Mi vida cambió. Yo era directora de escuela. El 17 de octubre me llamaron por teléfono para darme la noticia de que se habían llevado a los chicos”.

“Me llamó la hermana melliza de mi nuera, Liliana, ‘Delia, se llevaron a los chicos’, yo no sabía de qué me hablaba, vivía en San Martín ajena a lo que pasaba en La Plata, donde era común que desaparecieran personas. Al otro día viajé allá para averiguar qué había pasado”.

“Antes pasé por casa de una compañera de escuela, cuyo marido era alto militar, a contarle que a los chicos se los había llevado el Ejército, a ver si podía ayudarme, me atendió con cariño y le fue a preguntar a su esposo. Pero cuando volvió supe que no me iban a ayudar”.

“En La Plata no tuve noticias, la gente tenía miedo, no me llevé ningún dato, no supe más nada. Nunca pensé que esto iba a ser para siempre. Pensé que por el embarazo de Stella la iban a devolver, no sabíamos a qué atenernos –relata Delia–, así que me volví desilusionada”.

Liliana, la hermana de Stella, también tenía miedo de que se la llevaran. Y como sus padres eran muy mayores, acordaron que Delia se ocuparía de Virginia. Desde entonces, la niña, cada vez que surgía el tema de sus papás, repetía que se habían ido a declarar a tribunales”.

“Porque ella mamó eso de su madre –evoca Delia–. Stella se había recibido de abogada a los 24 años y sus primeros casos fueron defender a ladrilleros y amas de casa. Parecía que Virginia se tomaba con naturalidad el tema, pero en realidad bajó una cortina, nunca preguntó”.

“En diciembre de 1976, en un Rastrojero, con mi marido y ella en mi falda, viajábamos a Mar de Ajó, adonde teníamos un departamento. Íbamos cantando ‘El elefante Trompita’ y, cuando llegamos a ‘mamita’, se largó a llorar con un desconsuelo tremendo, no la podíamos calmar”.

Virginia no volvió llorar así. “Bajó una cortina”, afirma Delia. Su esposo Pablo Califano, con el que se casó luego de quedar viuda a los 37 años, se convirtió en un abuelo y en un padre para la niña. Y Delia pidió la jubilación para hacerse cargo de ella y de la búsqueda.

“Antes, en noviembre del 76, me fue a ver a la escuela Adela Atencio, que vivía en Ballester, y le habían llevado a su único hijo, para que la acompañara a la Plaza de Mayo. Yo no tenía idea de que había otras en mi situación. Pero le dije que no podía, dejé pasar tiempo”.

“Demoré hasta el primer jueves de diciembre y ahí fuimos juntas. Llegamos a la plaza y alcanzamos a ver dos o tres personas paradas conversando, fuimos a ellas, una era Azucena Villaflor que tenía una carpeta de tamaño oficio, nos presentamos y hablamos de nuestros casos”.

“Fue el primero de todos los jueves que se sucedieron. Al siguiente éramos más y así fue creciendo el grupo. Los guardias de la Casa Rosada nos obligaron a circular. Instintivamente nos tomamos del brazo y en silencio empezamos a caminar en contra de las agujas del reloj”.

“No había un libro que explicara cómo se buscaba un hijo. Al mes, empezaron a aparecer los hijos de desaparecidos y esas rondas silenciosas se transformaron en rondas con cánticos, ‘el que no salta es un militar’, y los gremialistas con sus pancartas que agregaban número”.

“Ahí caímos en la cuenta de que nuestros nietos estaban creciendo y en una ronda alguien sale y pregunta si había alguna madre o suegra de embarazada. Ahí nací como Abuela de Plaza de Mayo. Ahora teníamos que buscar un nieto y tampoco había un manual que nos enseñara eso”.

“Visitamos casas cunas, maternidades, guarderías, presentamos habeas corpus en juzgados de menores, pero nuestras hijas parían en cautiverio, no tuvimos noticias. Cuando llegamos a ser 12 fundamos Abuelas Argentinas con Nietos Nacidos en Cautiverio, nuestro primer nombre”.

“Nos reuníamos en casas de familia y confiterías y seguíamos participando en las rondas de Madres. Una de las primeras cosas que hicimos fue avisar al mundo lo que pasaba en la Argentina. La radio y la TV ya hablaban de ‘las locas de Plaza de Mayo’ y la gente nos evitaba”.

“Por gente de Francia nos enteramos del espía que teníamos, Alfredo Astiz, que se agregó al grupo de Madres diciendo que tenía un hermano desaparecido”, recordó Delia, quien también destacó el rol del Buenos Aires Herald, el único medio que se animaba a contar la realidad.

Delia, quien además es bibliotecaria de profesión, se encargó de ordenar los cientos de cartas que las #Abuelas empezaron a recibir en solidaridad desde distintos países. Y en 1979, junto con miles de familiares, denunció ante la @CIDH las desapariciones de Jorge y Stella.

“La cola era eterna. En eso, me llaman, ‘Delia vení’, era una directora de escuela de La Plata que me contó del nacimiento de Martín, que se había enterado por una alumna, Alicia Carminatti, llevada en la Noche de los Lápices, y que mi nieto nació el 5 de diciembre de 1976”.

Luego, Alicia le relataría el horror en Pozo de Banfield donde compartió celda con Stella, y que cuando fue liberada, Jorge y Stella seguían vivos. “La llevaron a parir a la cocina, la camilla era una puerta de metal, la atan de manos, le tapan los ojos y tiene a su bebé”.

“La obligaron a baldear el lugar, lo que le generó una infección posparto, pero eso lo supe después. Tuvo a su bebé 4 o 5 días hasta que cortó el cordón y la volvieron a la celda, ella clamando por su hijo, y un guardia la calmó diciéndole que lo llevarían con su familia”.

“Martín volvió a su familia cuando tuvo 39 años”, se lamentó Delia. “Stella se quedó con el cordón umbilical y lo pasó de celda en celda hasta que le llegó a Jorge”, agregó. Desde esta reunión, Delia empezó a buscar a un niño rubio y de ojos claros tal como le dijo Alicia.

“Cada vez que veía un chiquito así lo seguía con la vista pensando ‘¿será mi nieto?’. Era más dura la búsqueda”, contó Delia. Después, cuando Virginia tuvo 18 años, comenzó a buscar junto con ella. Su primera aparición pública fue en el ciclo de TV ‘Gente que busca gente’.

“Cuando Virginia empezó a trabajar en el @bancoprovincia, para ocupar el puesto de su padre desaparecido, Jorge figuraba como ‘cesante por abandono de cargo’. Fue recibida con los brazos abiertos, muy querida, y el banco cambió el legajo de cesante a desaparición forzada”.

“La institución asumió como propia la búsqueda de Martín. Toda la provincia estaba empapelada con su caso”, relató Delia y mostró los afiches que guarda en su casa. Y luego evocó la inolvidable jornada en la que se anunció la restitución de su nieto en la sede de #Abuelas.

“Estaba lleno de gente, abro la puerta, nadie me decía nada, pregunto por Estela, ‘¿qué pasa’, pregunto, ‘¡Encontramos a Martín!’, era un griterío, me derrumbé en una silla, llanto, lágrimas, alegría, ‘cómo es’, y me avisan que estaba al teléfono y quería hablar conmigo”.

“¡Martín, Martín, te encontré!”, le dijo Delia, y del otro lado, tras un silencio, su nieto comenzó a hacerle preguntas. “Fue un aluvión, quiso saber 39 años de su vida en un momento”, recordó Delia, a quien esperaban para anunciar la buena nueva ante los medios de prensa.

“Te tengo que dejar”, dijo Delia, y él repondió: “Después te llamo”. “¿Me vas a llamar de nuevo?”, preguntó ella. “Y sí, si sos mi abuela”, contestó Martín. Desde entonces, hablan todos los días y cada vez que viene al país, porque vive afuera, pasan todo el tiempo juntos.

“La búsqueda de mi nieto costó la vida de mi nieta”, dijo Delia y añadió: “Seguimos pidiendo Memoria, Verdad y Justicia y juicio y castigo a los culpables. No merecen domiciliaria. Pueden arrepentirse y no lo hacen”. En la próxima audiencia del juicio, el 1° de junio, declarará su nieto Martín.

Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas

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 Martín Ogando Montesano

Martín Ogando Montesano

Nació el 5 de diciembre de 1976 en el centro clandestino Pozo de Banfield, donde su madre, Stella Maris Montesano, y su padre, Jorge Ogando, estuvieron secuestrados. La joven dio a luz en la cocina del lugar, esposada, ojos vendados, arriba de una chapa. Llamó Martín a su bebé, que le fue arrebatado de inmediato, y ella fue trasladada al Pozo de Quilmes. La pareja había sido secuestrada el 16 de octubre de 1976 en su casa de La Plata. Desde la desaparición, la abuela Delia Giovanola de Califano emprendió la búsqueda de “los chicos”, como les decía ella.

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