Mientras Cecilia estuvo cautiva, realizó ocho llamadas a su familia. En diciembre de 1983 pudo decirles que se encontraba bajo custodia militar y que esperaba ser liberada. Sorprendentemente, volvió a comunicarse en marzo de 1984, ya en democracia, conversación que su madre y su padre pudieron grabar y que se presentó como prueba en el juicio por la apropiación de Javier. Ese año, Abuelas de Plaza de Mayo inició una causa judicial contra el marino Jorge Vildoza, que se había desempeñado en la ESMA, y tenía en su poder un niño que podía ser hijo de desaparecidos. Vildoza y su esposa, Ana María Grimaldos, se fugaron con el niño.
En 1998, Javier se presentó ante la jueza María Servini de Cubría solicitando que se le realizaran los análisis inmunogenéticos. El joven había tomado conocimiento sobre la causa judicial abierta contra sus apropiadores. En julio de 1998 los resultados del Banco Nacional de Datos Genéticos confirmaron que se trataba del hijo de Cecilia y Hugo. El 10 de diciembre de 1999 la justicia le restituyó su verdadera identidad. Sus padres permanecen desaparecidos.