7 de agosto de 2024
Mientras la narrativa de la impunidad avanza de la mano del neoliberalismo salvaje, debemos organizarnos, resistir y mantener viva la llama de la memoria. La búsqueda de Abuelas continuará hasta encontrar a todos los nietos desaparecidos.
Desde la dictadura y hasta mediados de los años 90, tuvimos que batallar contra el discurso hegemónico que consideraba a los niños, niñas y adolescentes como objetos y no como sujetos de derechos. Así, para referirse a los nietos y nietas robados, los medios reproducían la idea de los apropiadores que los consideraban “hijos del corazón”.
Avances normativos como la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, que incorporó expresamente el derecho a la identidad en su articulado, constituyó un reconocimiento a la lucha de Abuelas, luego reflejado en la legislación local. Otro hito en la materia fue el acuerdo de solución amistosa entre nuestra Asociación y el Estado Argentino ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en 2009, por medio del cual nuestro país se comprometió a adoptar medidas para facilitar la restitución de la identidad, que representan una obligación internacional que debe ser respetada y cumplida por los sucesivos gobiernos, incluido el actual.
Así como antes le decían a las Abuelas “dejen tranquilos a esos chicos”, hoy la narrativa de la impunidad dice “son grandes, si no quieren es asunto de ellos”. Sabemos bien que son grandes, que tienen entre 41 y 49 años, pero no existe el derecho “a no conocer la identidad”. Concretamente, si se sospecha que una persona puede ser hija de desaparecidos, su identidad debe esclarecerse, aún si esa persona se opone, pues también está en juego el derecho de las Abuelas y sus familiares a encontrar a sus seres queridos y a la verdad. Además, se trata de un crimen de lesa humanidad que no puede quedar impune.
La identidad es una responsabilidad del Estado. Y si acaso una persona está padeciendo el delito de apropiación ocurrida en el marco del genocidio, ese delito no prescribe y hay que detenerlo. El propio Estado incumple tratados internacionales si no destina recursos a hacerlo, algo que le puede valer sanciones. Lo mismo ocurre en otras áreas, en las que está obligado a continuar políticas públicas que trascienden gestiones.
Por eso, frente al odio, al negacionismo, a la reivindicación lisa y llana de la dictadura, al desfinanciamiento y a la destrucción de todas las instancias de garantía de derechos en el ámbito público, reafirmamos nuestro rechazo y nuestro llamamiento a la unidad y a la solidaridad de la ciudadanía, de las organizaciones sociales, políticas, culturales y de derechos humanos. No bajemos los brazos. Defendamos la democracia y el valor de la verdad ante tanto agravio e infamia. Tarde o temprano, sobrevendrá el momento de la reparación. Mientras tanto, no tengamos miedo ni caigamos en provocaciones. Sigamos reclamando lo nuestro, con amor y en paz, con los 30 mil como bandera, y hasta la memoria, siempre.
Fuente: Abuelas
Autor/a: Abuelas
Compartí